La educación es una actividad que se realiza a través del intercambio entre las personas y gracias al mismo, la imagen que cada una construya de sí y de los demás participantes en el intercambio, será un factor determinante de las características que tome la relación educativa.
En cada escuela generamos una cultura que refleja los significados que los conceptos han ido recogiendo a lo largo de la historia, respondiendo a condiciones de vida vigentes en ciertos momentos; cultura que contiene las representaciones sobre el mundo real y el ideal al que aspiramos al educar.
Cuando nos referimos al alumno, sea este un niño, un joven o un adulto, estamos aludiendo a categorías construidas por ideas, prácticas, y deseos que nos pertenecen personalmente, las cuales reflejan formas socialmente extendidas de pensar, hábitos de comportamiento, actitudes y valores de nuestro tiempo.
Al utilizar categorías para referir a las personas con las que interactuamos al educar, podemos olvidar que cada sujeto, cada persona a ser educada, transita por esa categoría de una manera única y personal. La infancia y la adolescencia, así como cada una de las etapas de la vida, son transitadas por cada uno desde su propia historia. El alumno no puede ser comprendido al margen de su muy particular manera de vivir. La categoría me facilita el nombrarlos: mis alumnos; pero quizá la misma categoría me impida entenderlos como personas que enfrentan su desarrollo desde su muy particular forma de ser. Nosotros, como agentes educativos no influimos en nuestros alumnos, influimos de diferente manera en Pedro, en Laura, en Carmen, en personas que les tocó interactuar con nosotros en una concreta realidad educativa. Realidad educativa que es responsabilidad nuestra
En cada escuela generamos una cultura que refleja los significados que los conceptos han ido recogiendo a lo largo de la historia, respondiendo a condiciones de vida vigentes en ciertos momentos; cultura que contiene las representaciones sobre el mundo real y el ideal al que aspiramos al educar.
Cuando nos referimos al alumno, sea este un niño, un joven o un adulto, estamos aludiendo a categorías construidas por ideas, prácticas, y deseos que nos pertenecen personalmente, las cuales reflejan formas socialmente extendidas de pensar, hábitos de comportamiento, actitudes y valores de nuestro tiempo.
Al utilizar categorías para referir a las personas con las que interactuamos al educar, podemos olvidar que cada sujeto, cada persona a ser educada, transita por esa categoría de una manera única y personal. La infancia y la adolescencia, así como cada una de las etapas de la vida, son transitadas por cada uno desde su propia historia. El alumno no puede ser comprendido al margen de su muy particular manera de vivir. La categoría me facilita el nombrarlos: mis alumnos; pero quizá la misma categoría me impida entenderlos como personas que enfrentan su desarrollo desde su muy particular forma de ser. Nosotros, como agentes educativos no influimos en nuestros alumnos, influimos de diferente manera en Pedro, en Laura, en Carmen, en personas que les tocó interactuar con nosotros en una concreta realidad educativa. Realidad educativa que es responsabilidad nuestra
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